Planta del Diccionario “Coruña” de la Lengua Española Actual

 

por José-Álvaro Porto Dapena

 

 

 

 

Índice

 

 

 

3.1.  Características generales

 

         No se trata, efectivamente, de elaborar un diccionario ideológico al uso —pensemos, por ejemplo, en el ya clásico de J. Casares—, esto es, consistente en meras listas de palabras más o menos relacionadas con otra, tomada como guía y que a su vez forma parte de una macroestructura dispuesta en orden alfabético, la cual, por otra parte, conecta con todo un esquema que más representa una jerarquización de la realidad que una verdadera estructura lingüística. Con la parte onomasiológica no pretendemos simplemente servir de ayuda al usuario para sugerirle aquella palabra de la que no se acuerda en un determinado momento. Tampoco pretendemos ofrecer un catálogo —como, por ejemplo, hace M. Moliner en su DUE— de voces que más responde a las características de un campo asociativo que verdaderamente léxico. Nuestra aspiración —aunque no lo consigamos al cien por cien— es describir la estructura de nuestro vocabulario aplicando criterios científicos, que no serán otros que los proporcionados por la moderna Semántica estructural, aunque, eso sí, sin perder de vista el enfoque práctico que debe presidir la elaboración de todo diccionario.

 

         Es evidente que cada paradigma presentará unas características específicas y, por lo tanto, sería imposible describir aquí un esquema general aplicable en todos los casos. Nos limitaremos a decir, pues, que en dicho paradigma han de tener cabida todos los vocablos que de un modo u otro tengan entre sí alguna relación semántica, relación que, como es sabido, puede ser de muy diverso orden. Figurarán, desde luego, los sinónimos así como los antónimos, los hiperónimos hasta agotar la línea ascendente junto con los hipónimos, hipónimos de hipónimos y así sucesivamente. También, lógicamente, aparecerán los cohipónimos, y en otro orden de cosas, paralelamente a las relaciones anteriores, los merónimos, holónimos y comerónimos, si los hubiere.

 

         Ahora bien, todas estas relaciones se establecerán, en principio, mediante una especie de árboles o esquemas en que se irá mostrando la subordinación de unas palabras a otras, desde la más abstracta, mediante un sistema de apartados, que se irán sangrando unos respecto a otros. Hay que tener en cuenta, además, que estos apartados no estarán constituidos exclusivamente por la correspondiente palabra o palabras (si son varios sinónimos), sino que éstas irán precedidas por la indicación del rasgo o rasgos semánticos que las caracterizan. Así, por presentar un ejemplo sencillo —y, desde luego, incompleto— obsérvese el esquema siguiente:

 

ð tomar una cosa exclusivamente líquida: beber, potar.

1) personas:

a) según el tipo de bebida:

¬ bebidas alcohólicas en general: chingar, chiflar, rajar, copear, chatear, cañear, remojar.

 

- en exceso: pimplar, trasegar, envasar.

 

¬ vino: colar, escanciar.

- en poca cantidad: churrupear.

- excesivamente: empinar.

 

¬ cerveza: cervecear.

¬ leche del pecho + chupar: mamar º amamantar.

 

b) según la forma de beber:

¬ de nuevo o en exceso: sobrebeber.

¬ a menudo y en poca cantidad: beborrotear.

¬ aspirando: sorber.

 

2) animales: abrevar(se).

 

 

En resumidas cuentas, partimos del significado para llegar al significante, como corresponde a una verdadera descripción de tipo onomasiológico. Evidentemente, no todo lo que se dice en cada apartado constituye un auténtico rasgo semántico constitutivo del significado correspondiente: en unos casos lo que se expresa es la dimensión bajo la que se realiza el análisis semántico (así, en el ejemplo anterior los apartados introducidos por a) y b)) y en otros se trata más bien de rasgos contextuales o solidaridades, como es el caso de 1) y 2) del ejemplo dado, apartados en los que aquí se especifica el tipo de sujeto. Aunque a veces pueden presentarse dudas, se utilizará la cursiva para distinguir lo que forma parte del significado de lo que no son más que solidaridades o dimensiones, que aparecerán en redonda.

 

         Notemos, por lo demás, que, cuando en un apartado aparecen varias palabras es porque se trata de rigurosos sinónimos, aunque, como es lógico, puedan existir entre ellos diferencias de orden expresivo o pragmático, o que se trate de geosinónimos, en cuyo caso se indicará entre paréntesis la marca indicadora del lugar, registro o lengua especial en que se usa. También pueden indicarse, en el mismo apartado, los antónimos mediante el signo (¹), aunque se entiende que éstos aparecerán en otro lugar de ese mismo u otro paradigma. En general en el mismo apartado se indicará cualquier otro tipo de relación distinta de la hiperonimia-hiponimia, que es la que da lugar a la estructura jerárquica en apartados y subapartados; es el caso, por ejemplo, de la meronimia u holonimia, y, en los verbos, de la factitividad, iteración o de la contigüidad. También en estos casos tales indicaciones no tienen otro objeto que establecer un enlace con la parte de ese mismo u otro paradigma donde se registra oportunamente la palabra con la que se establece la relación.

 

         En general, cuando hay necesidad de expresar el tipo de relación semántica dentro del DCLEA, tanto en su parte paradigmática como en la alfabética o semasiológica, emplearemos los signos siguientes:

 

Sinoninima: (=); así, morir = fallecer.

Antonimia: (¹); por ejemplo, soltero ¹ casado.

Hiperonimia: (­); verbi gracia: cenar ­ comer.

Hiponimia: (¯); como es el caso contrario: comer ¯ cenar.

Cohiponimia: (®); así, cenar ® desayunar.

Holonimia: (Ý); por ejemplo, músico Ý orquesta.

Meronimia: (ß); así, al revés, orqueta ß músico.

Comeronimia: (Þ); tal es el caso de primavera Þ verano (en relación a su vez con el holónimo año).

Inversión: («); por ejemplo, comprar « vender.

Causatividad o factitividad: (º), como en aprender º enseñar.

Contigüidad: (»); así, aprender » saber.

 

         Debemos añadir, finalmente, que la parte paradigmática y alfabética estarán conectadas entre sí de tal manera que cada unidad léxica registrada en una pueda ser inmediatamente localizada en la otra. Esto último se conseguirá, lógicamente, en la parte onomasiológica con la simple representación ortográfica de la palabra, que llevará un superíndice si forma parte de un grupo de homónimos, o un subíndice indicador de la acepción si se trata de una palabra polisémica. Así, cantar1 corresponderá al sustantivo, frente a cantar2, que será el verbo, y, por otro lado, cargar1 corresponderá a este verbo en la primera acep. La conexión, por otro lado, de la parte semasiológica con la paradigmática se conseguirá mediante una referencia numérica situada al final del artículo e introducida por un cuadratín () y que precederá al apartado correspondiente a esa misma palabra dentro de su paradigma. La referencia numérica señalará, en primer lugar, el número del paradigma (en negrita), y a partir de él los números siguiente —separados entre sí y respecto al primero por un punto— corresponderán a cada uno de los apartados y subapartados. Veamos un ejemplo sencillo:

 

 

25.4.      ð dar de comer a los animales: criar1

25.4.1.           1)  pasto: apacentar1 « pacer, pastar.

25.4.2.           2)  herrén: herrenar (Sal.)

25.4.3.           3)  cebada: cebadar.

25.4.4.           4)  maíz: maicear (El Salv.)

25.4.5.           5) cualquier alimento:

25.4.5.1.                 a) para aumentar su peso: cebar1

25.4.5.1.1.                     ¬ tratándose de un ave: embuchar2

 

donde, por tanto, el número 25 indica el paradigma, y todos los demás corresponden al apartado desde el más general hasta el más particular. No hace falta observar que puede haber apartados o casillas vacías, como ocurre en 25.4.5. Y digamos, finalmente, que las palabras se presentan en negrita, a no ser cuando no forman parte propiamente del paradigma, sino que coinciden con la correspondiente casilla o apartado en alguna de sus subacepciones; en este caso se presentan en letra cursiva.

 

 

 

 

 

 

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